Sin cuerdas ni ataduras.
Sin reloj.
Tan solo mi cuerpo, mi mente y yo.
Salgo a correr y salgo a volar,
con pasaje de ida, pero no de vuelta.
Sin nada que decir y nada que pensar.
Allá donde el sol y el mar me esperan,
donde los árboles y las flores se asientan;
allí es donde la busco, y la encuentro.
Ya no hay vuelta atrás:
ni lágrimas que esconder,
ni sonrisas que regalar.