Por más vueltas que le daba, no entendía cómo había podido llegar a aquella situación que escapaba a su control. Durante toda su vida había sido un hombre alegre y positivo, sin más pretensión que la de vivir. Tenía a su familia y a sus amigos de siempre, había alquilado junto a su pareja un bonito apartamento cerca de la playa, tenía trabajo…; pero lo que él no sabía es que lo había encontrado todo en la vida, menos a sí mismo.
Aquel día explotó. Hacía semanas que por su cabeza rondaban todo tipo de mensajes hirientes cuya propia autoría aún le costaba creer:
“Eres un fracasado.”
“No vas a ser nadie en la vida.”
“El resto de gente es mejor que tú.”
Se lo había repetido a sí mismo una y otra vez, hasta conseguir que la mentira se hiciera verdad. Al fin entendió aquella frase que había escuchado en alguna ocasión y que nunca se había tomado en serio: “estoy rodeado de gente, pero me siento solo.”
Y allí, con los pies al borde del abismo, veía a personas diminutas desde decenas de metros de altura. Por primera vez, había ganado.